Adjunto línea de discusión iniciada en el tablón de Facebook:
Appu Ivan Vergara aborrece la expresión "poetisa" para mencionar a las poetas ¿o dónde están los poetisos?
Y adjunto un artículo de Soledad de Andrés Castellanos
¿Poeta o poetisa?
Soledad de Andrés Castellanos
msandres@ccinf.ucm.es
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
A ÁLEX GRIJELMO y ANA Mª VIGARA
En la primavera de 1993, Rosa Chacel, entonces a punto de cumplir 95 años, recordaba a las mujeres intelectuales de su juventud y, en respuesta a la pregunta de las entrevistadoras («Junto a Vd., ¿qué otras mujeres había?»), decía:
Pondría a la que subsiste todavía, poeta... poetisa... (nos ha dicho Jorge Guillén que no neguemos jamás el poetisa, que hay que decir poetisa): Ernestina Champourcin, que vive todavía, aunque está muy estropeadita la pobre, y ve mal [1].
Esta reivindicación del femenino poetisa, frente al sustantivo de género común poeta, a fines del siglo XX, reforzada y avalada por la autoridad de Jorge Guillén, contrasta en cierto modo y se matiza con el testimonio de Dámaso Alonso a mediados del mismo siglo, al referirse a un libro de Carmen Conde del que afirma textualmente «que fué el que la reveló como la primera entre las muchas y valiosas poetisas de la España actual»:
A las mujeres españolas que escriben hoy en verso parece que no les gusta que se las llame “poetisas”: se suelen llamar, entre sí, “poetas”. Habrá, sin embargo, que rehabilitar la palabra “poetisa”: es compacta y cómoda [2].
Tenemos, con estos testimonios de tres grandes de la literatura española, planteado el problema: ¿cómo debemos referirnos a las mujeres que componen poesías? Aunque las opiniones de Jorge Guillén, Rosa Chacel y Dámaso Alonso coincidan en intentar rehabilitar el uso del femenino poetisa, creemos que es igualmente válida la otra solución, es decir, el uso del sustantivo de género común poeta.
Manuel Seco en la 10ª edición de su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española (Espasa, 1998) documenta el uso de poetisa, por lo menos, desde el siglo XVII, con una cita de Quevedo: «¡Gran poetisa!» (Cómo ha de ser el privado [1627], 631). Pero advierte también acerca de la prevención que se mantiene en el español actual contra este femenino tradicional poetisa por parte de muchos, y la documenta con lo que él define como «caso extremo de esa prevención» con una cita de Dionisio Ridruejo:
La sensibilidad inocente y sabia del gran poeta-mujer que le acompañaba [a Carles Riba], del gran poeta catalán de lo vivo, lo cotidiano, lo valioso, que es Clementina Arderiu (Destino, Barcelona, 29.7.1972, 6).
Aporta también Seco datos del italiano, donde el femenino romanziera ‘novelista’ «tiene un tinte ligeramente despectivo». Sin duda, podríamos investigar en otras lenguas y encontraríamos fenómenos semejantes. Igualmente interesante y clarificador es el pasaje de Clarín, de 1881, también citado por Seco en la misma entrada de su Diccionario de dudas, donde se opone el desvalorizado poetisa al digno poeta:
La poetisa fea, cuando no llega a poeta, no suele ser más que una fea que se hace el amor en verso a sí misma (Solos de Clarín, Madrid, 1971, 86).
Encontramos en este mismo diccionario poeta, aplicado a mujer, en una cita de Rosalía de Castro en 1859 («Madame de Staël, tan gran política como filósofa y poeta», La hija del mar, 11). Y, remontándose hacia atrás, en otra de Lope de Vega, de 1602; en efecto, en el soneto A la noche: «Noche, fabricadora de embelecos, / loca, imaginativa, quimerista, / [...] / la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,/ solícita, poeta, enferma, fría,/ manos del bravo y pies del fugitivo» (Poesías líricas, I, 141, en Clásicos Castellanos, 68). Y todavía advierte Seco, para cerrar su referencia en ese mismo Diccionario de dudas, s/v poeta, que Nebrija, en 1492, incluye poeta como única forma española para «varón» y «hembra» en su Diccionario latino-español (s/v poeta y poetis).
Vale sin duda la pena consultar otro diccionario de dudas, el de José Martínez de Sousa (Diccionario de usos y dudas del español actual, Vox, 1998), en el que su autor no se conforma con diferenciar el masculino poeta ‘hombre que compone poesías’ del femenino poetisa ‘mujer que compone poesías’, sino que añade las siguientes observaciones:
No se entiende por qué esta forma [poetisa] es rechazada precisamente por las mujeres que escriben poesía, algunas de las cuales tienden a decir de sí que son poetas. El peligro que se corre con estas decisiones es que dentro de un tiempo a alguien se le ocurra convertir poeta masculino en *poeto... Ya se ha dado con una pareja como modista/modisto.
También a un posible (y disparatado o irónico) poeto se ha referido la escritora Dulce Chacón recientemente en El Semanal de Abc, 2/02/2003, en cita que incluimos al final de este trabajo. Conviene recordar que el genial Unamuno ironizó también aguda y cruelmente con los poetisos.
Por otro lado, si comparamos la última edición del diccionario común de la Academia (DRAE01) con la anterior ( DRAE92), precisamente en la entrada poeta observamos algunos avances importantes respecto a la voluntad de ir rectificando las huellas del sexismo lingüístico: los lexicógrafos académicos han modificado, sustituyendo, para definir el término poeta, la tradicional fórmula androcéntrica ‘el que compone obras poéticas’ y, en 2ª acepción, ‘el que hace versos’, por las expresiones igualitarias ‘persona que compone obras poéticas’ y ‘persona que escribe obras poéticas’. Además, para que no se mantenga la duda, han sustituido la marca genérica excluyente ‘masculino’, un disparate, en nuestra opinión, que ha generado confusión, por la más exacta y precisa referente al olvidado por muchos género ‘común’.
No han tomado aún los académicos la decisión de fundir en única entrada el sustantivo de género común poeta y el femenino tradicional poetisa, solución que sí han aceptado los redactores (Seco, Andrés y Ramos) del Diccionario del español actual (DEA99). La doble entrada se remonta al siglo XVIII, pues ya en el diccionario de Autoridades encontramos, por un lado, el masculino poeta y por otro el femenino poetisa, que se acompaña precisamente de una única cita ([Gómez de la]Roch[a], [Traducción de la] Philos[ophia del Conde Manuel Thesauro], lib 12, cap.2) que cae en los típicos tópicos androcéntricos desvalorizadores de la mujer:
Inquiriendo la verdad de las fábulas... si verdaderamente se casó Júpiter con su hermana, y si Sapho Poetisa fue verdaderamente casta ó raméra.
El peyorativo poetastro sigue apareciendo en las dos últimas ediciones académicas (1992 y 2001) exclusivamente como masculino, definido como ‘mal poeta’.
El diccionario de María Moliner mantiene en su 2ª edición (DUE98) los descuidos académicos: entradas independientes para poeta y poetisa, y poetastro únicamente como masculino; es acertada, en cambio, la abreviatura n., que significa ‘nombre masculino y femenino’, referida al género común. Los errores han sido corregidos en el DEA99: aparecen en única entrada igualitaria el común poeta y el femenino poetisa, advirtiendo sobre la doble posibilidad con que cuenta nuestra lengua para el femenino (tanto poeta como poetisa son correctos). En el despectivo poetastro, los redactores del DEA99 han rectificado la omisión académica, incluyendo el femenino poetastra, aunque no han documentado esta forma con ninguna cita, ya que la única que aparece, de José Mª Valverde, está en masculino.
Pilar García Mouton dedica las últimas páginas de su libro sobre el uso femenino del lenguaje [3] precisamente a la presencia de ambas posibilidades (poeta / poetisa) en el español actual. Recoge varios testimonios de preferencia por parte de las propias mujeres, respecto al común poeta: una funcionaria sevillana asegura «se decía que yo era poeta»; la peruana Blanca Varela en El País (21/7/2001) dice: «Pienso que soy una poeta para poetas». García Mouton, respecto al rechazo por parte de las propias mujeres del término poetisa, afirma: «Cada vez son más las mujeres que se dicen poetas y se niegan a ser llamadas poetisas, término cargado de sentido peyorativo que se ha vuelto imposible de usar para algunas de ellas»; y, tras incluir la referencia a las personalísimas opiniones de Francisco Umbral en su columna titulada Las poetisas (El Mundo, 21/6/2002), termina con la siguiente reflexión:
En los últimos años se empiezan a oír algunas voces de mujeres feministas, como Ana Rossetti y otras, que se llaman a sí mismas poetisas. Mantienen que, como ocurre en otros casos, lo que hay que rehabilitar es el femenino, dándole contenido y reivindicando a las buenas poetisas que ha habido y que hay, en vez de evitar una palabra como poetisa sólo porque su uso anterior la haya estigmatizado. También las palabras, sobre todo si están bien hechas y cumplen una función, tienen derecho a dignificar su contenido.
Hace ya varios años, en 1996, el entonces defensor del lector de El País, Juan Arias, contestaba a una indignada lectora que, desde México, se quejaba de que permitieran en el citado diario el uso del «sustantivo masculino ‘poeta’ referido a mujeres que escriben poesía». Es evidente que poeta no es en los casos que cita (la poeta Gabriela Mistral, la poeta Silvya Plath) ‘sustantivo masculino’, sino ‘sustantivo de género común’, válido para el varón, el poeta, pero igualmente para la mujer, la poeta. Sospecho, ante esta airada queja, que en México enseñan o aprenden tan mal como en España la teoría de los géneros gramaticales: he comprobado demasiadas veces que si preguntas qué géneros tenemos en español, la respuesta lamentable suele ser, en clase y en otros muchos lugares, ‘masculino y femenino’; a veces, algunos llegan a responder ‘masculino, femenino y neutro’. El neutro es escasísimo en nuestra lengua, pero más aún me sorprende que casi nadie recuerde la existencia evidente de los géneros común, ambiguo y epiceno. Creo que esta lectora mejicana de El País olvida o nunca supo que poeta no es masculino, sino de género común, como periodista, artista o pianista y que, por ello, valen todos estos términos indistintamente para referirse a varones o mujeres, simplemente modificando los determinantes. Es triste que este error sea muy frecuente, en España y en América, pues el propio diccionario común de la Academia no ha rectificado la errónea marca de género hasta la vigésima segunda edición, la del año 2001, como hemos dicho más arriba. Quizá por estas mismas razones, la respuesta que ofrecen en el citado periódico Juan Arias y Ángel Harguindey, redactor jefe de Babelia, en la página 14 / Opinión, el domingo 26/5/1996, tampoco expone con la debida claridad la posibilidad doble con que cuenta nuestra lengua. Exactamente lo que se dice allí es esto:
La respuesta es sencilla. La lectora tiene razón, como ha confirmado al Defensor del Lector Ángel Harguindey, redactor jefe de Babelia. Se ha tratado de un error lingüístico, ya que el Diccionario de la Real Academia, a la voz ‘poetisa’, escribe: “Mujer que escribe poesía”. Y lo confirma El libro de estilo de EL PAÍS, que a la voz ‘poetisa’ afirma: “Femenino correcto de poeta”.
Por ello, no nos queda más que pedirle perdón a nuestra amable lectora mexicana.
Creemos que la respuesta no es precisamente sencilla. Hay matices importantes, que tienen que ver con la gramática, pero también con la sociología. De acuerdo con la gramática no se puede considerar siempre poeta nombre masculino cuando se aplica a una mujer, porque como hemos dicho ya existe con plena vigencia en nuestra lengua lo que llamamos género común. Poeta o ingeniero pueden ser masculinos aplicados a la mujer, siempre que vayan acompañados de determinantes masculinos, pero no lo son con determinantes femeninos.
El académico Valentín García Yebra publica en la tercera de Abc (29/01/2002) un documentado trabajo «Sobre títulos femeninos», donde se manifiesta también partidario de poetisa frente a poeta, pues prefiere la diferenciación explícita entre masculino y femenino, que ya se dio en griego y latín; y confiesa cierta «prevención que me producen las mujeres que masculinizan su título»: neurólogo, oftalmólogo, médico, abogado, ingeniero, etc.
A pesar de la opinión en contra de poeta para mujeres que muchos mantienen, y de la explícita recomendación de El libro de estilo de El País, hemos encontrado frecuentes alternancias de uso no solo en este diario sino también en otros. Veamos, a continuación, una muestra:
Ésos son los ingredientes que logró reunir en media hora la poeta Gloria Fuertes en el cierre de la 18ª edición de la feria de la juventud (Juvenalia) (El País, 30/12/1997).
Muere la poeta de la generación del 27 Ernestina de Champourcín [...] Ese pedigrí suscitó otras imágenes: la de miembro femenino de la generación del 27 (El País, 30/3/1999, texto firmado por Miguel García-Posada, que recuerda que Ernestina «recusó, felizmente “el horrible calificativo de poetisa”»).
Con la muerte de Ernestina de Champourcin se ha ido casi un siglo de vida y poesía. Esta poeta fue una rara avis en muchas facetas (Abc, 6/5/1999).
Miller, de 84 años, viajó acompañado por su esposa, la fotógrafa Inge Morath, y Styron, por la poetisa Rosa Styron (El País, 13/3/2000).
Lucía Etxebarria [...] mediática y poeta (El País, 9/3/2001).
Shan Sa, novelista, poeta y disidente china (El País, 26/3/2001).
Luis Buñuel, quien años atrás había sido novio de Concha Méndez. La separación de su marido alejó a la poeta de la vida pública (El País, 2/5/2001).
[Dulce Chacón] Soy curranta y anárquica. A mí me arrastra la pasión, no la disciplina [El Semanal] ¿Se dice a sí misma poeta o poetisa? [Dulce Chacón] Poeta, poeta. Poetisa me parece un adjetivo, y si los hombres quieren diferenciarse, que se llamen a sí mismos ‘poetos’ (El Semanal Abc, 2/2/2003).
Conclusiones
1º En el español actual es posible elegir entre el sustantivo de género común poeta y el femenino poetisa para referirse a la mujer que hace versos. Tal posibilidad se refleja en los usos actuales, y obedece a preferencias personales de los usuarios. Queremos insistir en la libertad de cada cual para decidir entre ambas opciones.
Ambas posibilidades nos parecen correctas, y se encuentran documentadas a lo largo de la historia de nuestra lengua.
Vale la pena recordar que en 1492 Nebrija, en su Diccionario latino-español recoge ya poeta como única forma para «varón» y «hembra».
2º Es conveniente recordar la teoría de los géneros del español. Especialmente la existencia del llamado tradicionalmente género común; o acaso sea mejor referirse a sustantivos comunes en cuanto al género: periodista, estudiante, paciente, artista, poeta... La diferenciación de género se marca mediante el artículo u otros determinantes.
3º Existe también la posibilidad para las mujeres de utilizar el masculino para la referencia a las profesiones. La diferenciación respecto al uso del género común estará marcada por el género de los artículos u otros determinantes: una mujer podrá decir en masculino el ingeniero soy yo, cuando la confundan con su secretario, o bien cuando quiera, porque prefiere esa opción; el común será la ingeniero. Podrá, por supuesto, elegir igualmente el femenino la ingeniera.
4º Durante un extenso periodo de tiempo, que no nos sentimos capaces de determinar con precisión, el femenino poetisa ha estado contaminado por la idea de que se evocaba con él la incapacidad y la ignorancia de muchas y, con frecuencia, su cursilería o afectación.
Estos lamentables valores negativos aplicados todavía hoy al ámbito de la correspondiente actividad femenina se combinan y se refuerzan con la consabida pero a veces injusta atribución de prestigio y consideración, capacidad y mérito propios de lo masculino, dentro de nuestra tradición androcéntrica; en consecuencia, ambas corrientes, la negativa para lo femenino y la positiva para lo masculino, han contribuido a reforzar el desprecio y el rechazo del femenino la poetisa y el aprecio y la valoración del común la poeta.
NOTAS
[1] Concha Núñez y Soledad de Andrés, «Rosa Chacel. Encuentro con la prosista de la generación del 27», en Hermes, Revista Cultural del I. B. “María Moliner” de Coslada (Madrid), Año IV, nº 3, oct. 1992-junio 1993, p. 11.
[2] Dámaso Alonso, «Pasión de Carmen Conde», en Poetas españoles contemporáneos, Madrid, Gredos, BRH, 1952, p. 359.
Creo que fue el académico Manuel Seco quien difundió estas opiniones de Dámaso Alonso, al incluirlas en su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española hace ya muchos años, en la entrada poetisa. En la 10ª edición de este diccionario, revisada y puesta al día, publicada por Espasa en 1998, los datos sobre poetisa / poeta, notablemente ampliados, constan s/v poeta; nos han sido de gran utilidad en este trabajo.
[3] Pilar García Mouton, Así hablan las mujeres. Curiosidades y tópicos del uso femenino del lenguaje, Madrid, La Esfera de los Libros, 2003, pp. 218-220.
Universidad Complutense de Madrid, 2 julio 2003
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© Soledad de Andrés Castellanos 2003
El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/cajetin/poetisa.html
po-e-ti-so ce-ni-zo!!!
Sin embargo, mira qué curioso, decimos "pitoniso" y no "pitono" al referirnos humorísticamente a un hombre que posee las dotes de adivinación del futuro. La adopción de una determinada norma lingüística y su consolidación es así de caprichosa y arbitraria...
Gran apunte, Antonio; las normas lingüísticas son, en ocasiones, caprichosas; sin embargo, basta un determinado uso del lenguaje para que éste cambie... Palabras como "guay" ó "médica" (sí, sí, médica) se han recogido en la RAE debido a que un gran número de personas la usan. La lengua es el ente más democrático que existe; todos tenemos el derecho a usarla y a hablar como nos plazca. Sin embargo, si nos atenemos a unas determinadas reglas, llámese grámatica, debemos seguir las normas; y éstas dicen que la palabra poetisa es la designada para referirse a una mujer que hace poesía. Si no te gusta, Iván, utiliza la que creas conveniente. Quien sabe, quizás si se cambia nadie se acuerda de que fue el gran poetiso, ays digo: poeta.., Iván Vergara uno de los artífices de tan magno devenir lingüístico. ;-)