"[...] Que el poder pretenda organizar (y por tanto controlar) la movilización y acción juvenil y su capacidad crítica es de risa y un síntoma más de esta sociedad burocratizada hasta el esperpento, adocenada e inmovilizada. Será porque los políticos que la impulsan nacieron, crecieron y se desarrollaron en una burbuja política, por supuesto subvencionada. Del colegio a la universidad, al partido político, al cargo público, a la lista electoral, al coche oficial, a la clase business, a la renta vitalicia y al retiro merecido tras una larga trayectoria cargada de reconocimientos, medallas, homenajes y galardones como gratitud por una subvención. Son los miembros del Club de los 3.000, integrados por jóvenes cachorros del PSOE y del PP que a los veintitantos no han conocido otra cosa que la política, el aparato del partido, un curso de cómo hablar en público y una nómina de 3.000 euros al mes como concejal, diputado o parlamentario.
Por lo menos, la generación de Felipe González y José María Aznar aprendió antes a buscarse la vida y en su juventud consideraba la política el medio para cambiar el mundo y no el fin de una plácida existencia.
El poder político anda desbocado en su objetivo de controlarlo todo hasta el mínimo detalle, de dirigir nuestras vidas. Por ello es tan importante el control de su actividad, de las cuentas públicas, de sus decisiones y pedirles explicaciones por ello [..]"
(Manuel Castillo, La Voz, 21 de diciembre de 2008)
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