Ramón del Valle-Inclán ha quedado liberado cerca de una estación de autobuses, puedo imaginar que habrá sido rescatado por un hombre de negocios camino a ninguna parte, o por una mujer distraída que por distracción no miró los veinte euros en la acera, sino un sucio y viejo libro que necesitaba alguien se fijase en él, o por un niño aburrido de los mismos juegos en la tablet del padre. Imagino que a veces los libros tienen más suerte que nosotros.
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