Puede que no seas fan ni que tengas sus discos, pero seguro recuerdas esos míticos conciertos con decenas de bandas a campo abierto donde La Lupita, La Maldita Vecindad, Van Troy, Resorte, @[167584343286Sekta Core], Café Tacvba Oficial, Julieta Venegas y muchos más entregaban a una generación expectativa el camino que habríamos de recorrer. Por encima de todos ellos, solo recuerda, verás la imagen de Rita: inmensa, volcánica. En aquella época no era difícil enamorarse de ella y su enérgica postura, vital y cultural, solidaria y creativa, sensual y oscura, definición que bien podría expandirse a cada uno de sus álbumes, a toda su carrera.
El grupo, sus miembros, se han expandido de una manera conjunta, aunque la divergencia entre cada uno de sus proyectos sea el espejo de las inquietudes de un conjunto de músicos que dieron vida a la historia de la Santa Sabina. Después de la prematura muerte de su front leader cualquiera habría pensado que su camino habría encontrado la valla que pondría fin; anoche, en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, hemos sido parte de una ceremonia donde se invocaron dioses de múltiples rostros, océanos de humo, espirales carmesíes y nadie era inocente ni nos librábamos del pecado: llegó el deseo. Nos aferramos a él como última esperanza.
Los Jaigüey, Love La Femme, Euridice, LaSuperCocina, Juan Sebastián Lach y su experimentación: fueron los rostros de ese dios temible que sucumbió tras cada tema y volvía a nacer.
Supimos entonces que ella estaba aquí, que ellos volvían a revelarse, que estábamos juntos de nuevo.
Debemos sentirnos renacidos, la oración fue larga y medida; caíamos a la vez que volvíamos a respirar nuevas melodías, visiones de un eco hermoso de mujer; la bóveda en lo alto nos regresaba una voz de árbol, de manantial. Era nuestra emoción contenida, nuestra alma aferrada al vacío.
Subió al escenario un ejército de santos sabinos a interpretar temas de sus cinco álbumes de estudio, pero encontraron que no había guerra que librar, ya todo el campo era uno solo, una melodía en la que vibra la historia, pendiente del siguiente capítulo, aunque quizá no sepa que este libro es como aquella Rayuela de múltiples y diversas lecturas.
Veremos en diez, veinte años más, que lo que se está escribiendo aquí, es la historia de un mundo azul. Casi morado.
Reseña y Fotos: Ivan Vergara Web
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