Crónica: Klaus & Kinski en Nocturama
Con su alineación completa: Marina Gómez (voz), Alejandro Martínez (guitarra), Paco Martínez (bajo), Antonio de Vicente-Yagüe (teclados, secuenciadores, guitarra acústica y ukelele) y Pilar Crespo (violín), salieron poco después de las once de la noche al escenario; Alejandro, motor de la agrupación, compositor y arreglista, lleva sobre los hombros el discurso principal de la banda, guitarrista notable y entregado, tema tras tema hace gala de buenas herramientas para conducirnos por los terrenos pop que se atreve a explorar y créanme que no son pocos.
Iniciaron el concierto pausadamente, como quien dispone sobre la mesa los utensilios que servirán para degustar un buffet, fueron quizá estos primeros momentos cuando los despistados que no conocían al grupo comenzaron a trazar un mapa de lo que estaban por escuchar, afortunadamente ese mapa creció hasta tocar a géneros musicales como el bolero, la electrónica, el folk, el rock ligero y la seguridad que otorgan los buenos temas pop.
A punto de iniciar el tercer tema de la noche, Marina saludó al público del Nocturama con un ‘gracias por venir a este sitio bonito y caluroso’, para después advertirnos: Tengo que hablar en algunos espacios, pero no vengo muy habladora, así que si suelto alguna estupidez tendrán que perdonarme’, tal ‘estupidez’ pasó por diversos niveles, desde algunos comentarios que nos hicieron francamente reír (‘no sonrío porque el micrófono tiene un acople que hace que si me río me electrocute’) a otros que dejaron con cara de perplejidad a más de uno (¿han escuchado la historia del jugador del Sporting indignado?), lo cierto es que bajo cierta lupa el público consintió sus comentarios, no estaba muy habladora según ella, pero se esforzó en cierta medida por hacerlo lo mejor posible.
Marina, quien sin demasiadas variaciones vocales teje el entramado lírico de la banda, acierta al interpretar letras por donde aparecen temas como economía y política (Adiós al capital, creo que me voy a quitar del capital, y puede que no vaya tan mal) en ‘Carne de Bakunin’, la muerte y el paso de la infancia a la madurez, el desamor, la vida y sus caminos con sentidos adversos; es por ello que Marina brilla en cada uno de los temas, apenas moviéndose, sin bailes innecesarios, sin brillos que resten calidad a la interpretación, enfrascada en una batalla con el atril, las letras y su contenido, con el público y su empatía con la voz en escena que conciertan un pacto silencioso, la delicia de un directo currado y sin excesos.
Para terminar el concierto tocaron el sencillo ‘Mamá, no quiero ir a trabajar’, con el que se despedirían de un público que escuchó atentamente tema tras tema, y que en buena medida aplaudió y celebró el concierto. Mientras sonaba este precioso tema pop, pensé en una generación de jóvenes que no han querido crecer, que han pretendido ser Peter Pan y no salir de la niñez; alguien entre el público me dijo que era una canción que hablaba del temor a morir, por dentro pensaba en algo más generacional, algo que se encuentra dentro de estas palabras ‘Mamá, no quiero trabajar, / Mamá, ni responsabilidad, / Mamá, no me quiero levantar’ y que no deja de remitirme al temor de madurar.
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