8.12.2008

Ivan Vergara. 06:08 hrs.

06:08 hrs.

a mis abuelos

Aquella mañana se abre la tumba
que compartiría lecho conmigo,
libera gusanos e hijos de gusanos
y larvas e hijas de larvas.
Un licor a vivo descompuesto
riega la tierra
y cae borracha
y se fermenta
y no se enamora
y acepta ser madre
-a fuerzas-.
Aquella mañana se abre la tumba
que recibiría mis restos
a no ser que ya no esté en ellos,
que haya abandonado
-cobarde-
los restos de mi carne
y sea otro y sea el mismo,
a no ser que huela extraño
y no extrañe lo vivo y lo resplandeciente
y aquello que despierte como si nada
cuando sea verdad
que ya todo ha ocurrido.

Y es cierto, se abre esa tumba que no es tumba
y no estamos ahí,
nos entierran juntos, semicompletos
en un relato firmado por mi
antes de nacido,
y es cierto, que me acerco a esa imagen
desde esta alcoba rodeada de llantos
que no se dedican a mi
sino a mi abuelo
que es enterrado por la tarde
en aquel monte de cruces que son todas
las cruces cuando ya no quedan vivos.

Y es cierto que camino en la comitiva
escoltando este cuerpo que me ha traído
desde un sueño de alcoba
que me tenía mejor vivo.
Aquella mañana enterré mi cuerpo
disfrazado de mi pariente más querido
y no lo notan, no se esfuerzan,
todas las coronas son Leopoldo Magaña
y ninguna Ivan Vergara,
presido mi sueño y en
cada sombrero de fieltro me siento
aureola, y en cada niño me siento ángel
de fábula, y en cada beso robado al cuerpo
frío me estremezco y todos los abrazos que
me otorgan me obligan a despertar, a
mirarme al espejo para decir que no, que no
soy aquel del féretro, que no son mis manos
las que levantan la cúpula y salen volando con
campanas de fondo, que el atrio no es un
rezo a nosotros, que somos pareja y que
esta noche somos esposos, que el vientre
tuyo se convirtió en cueva de vida, que no
es cierto, que no crece Polo en ti,
que es un sueño de reflejo el que distrae
la comitiva y los hace voltear,
que lo que veo es mi barba disminuida,
una navaja en filo y un respiro cortado
que sale de tu boca, que es la
primer palabra de tu vientre, que me llama
el sueño.
Aquella mañana termina con una oración
y lo que descansa en paz, como nunca lo ha
hecho, son nuestros cuerpos, exhaustos, gloriosos,
inquietos por el desvelo y el rígido despertar.
Inquietos abrimos los ojos
y nos miramos
sabiendo que no lo sabremos.

Abrimos las puertas,
construimos futuros cementerios.
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8.12.2008

Ivan Vergara. 06:08 hrs.

06:08 hrs.

a mis abuelos

Aquella mañana se abre la tumba
que compartiría lecho conmigo,
libera gusanos e hijos de gusanos
y larvas e hijas de larvas.
Un licor a vivo descompuesto
riega la tierra
y cae borracha
y se fermenta
y no se enamora
y acepta ser madre
-a fuerzas-.
Aquella mañana se abre la tumba
que recibiría mis restos
a no ser que ya no esté en ellos,
que haya abandonado
-cobarde-
los restos de mi carne
y sea otro y sea el mismo,
a no ser que huela extraño
y no extrañe lo vivo y lo resplandeciente
y aquello que despierte como si nada
cuando sea verdad
que ya todo ha ocurrido.

Y es cierto, se abre esa tumba que no es tumba
y no estamos ahí,
nos entierran juntos, semicompletos
en un relato firmado por mi
antes de nacido,
y es cierto, que me acerco a esa imagen
desde esta alcoba rodeada de llantos
que no se dedican a mi
sino a mi abuelo
que es enterrado por la tarde
en aquel monte de cruces que son todas
las cruces cuando ya no quedan vivos.

Y es cierto que camino en la comitiva
escoltando este cuerpo que me ha traído
desde un sueño de alcoba
que me tenía mejor vivo.
Aquella mañana enterré mi cuerpo
disfrazado de mi pariente más querido
y no lo notan, no se esfuerzan,
todas las coronas son Leopoldo Magaña
y ninguna Ivan Vergara,
presido mi sueño y en
cada sombrero de fieltro me siento
aureola, y en cada niño me siento ángel
de fábula, y en cada beso robado al cuerpo
frío me estremezco y todos los abrazos que
me otorgan me obligan a despertar, a
mirarme al espejo para decir que no, que no
soy aquel del féretro, que no son mis manos
las que levantan la cúpula y salen volando con
campanas de fondo, que el atrio no es un
rezo a nosotros, que somos pareja y que
esta noche somos esposos, que el vientre
tuyo se convirtió en cueva de vida, que no
es cierto, que no crece Polo en ti,
que es un sueño de reflejo el que distrae
la comitiva y los hace voltear,
que lo que veo es mi barba disminuida,
una navaja en filo y un respiro cortado
que sale de tu boca, que es la
primer palabra de tu vientre, que me llama
el sueño.
Aquella mañana termina con una oración
y lo que descansa en paz, como nunca lo ha
hecho, son nuestros cuerpos, exhaustos, gloriosos,
inquietos por el desvelo y el rígido despertar.
Inquietos abrimos los ojos
y nos miramos
sabiendo que no lo sabremos.

Abrimos las puertas,
construimos futuros cementerios.

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