3.03.2009

MASCApalabras Entrega 419. Jaime Sabines.


Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.

(Jaime Sabines)
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5 comentarios:

Jacobo Tafoya dijo...

De lo mejor de Sabines. Con este poemita marcó bastantes vidas que por ahí deambulamos creyéndonos amorosos, sin saber que esa es una libertad terrible.

Saludos.

Ivan Vergara / Appu dijo...

Ignorancia la mia al no haber relacionado el hecho de que MASCApalabras dedique uno de sus envíos a Sabines con el décimo aniversario de su muerte.

Jacobo:
Yo también leí metido en cama estos versos de Sabines, inclusive dediqué bastantes horas memorizando algunos de sus versos. No entiendo por que el silencio en torno a Sabines y su obra. Que estos diez años de su muerte nos ayuden a rectificar, a colocarle en un lugar alto de la poesía mexicana del siglo XX.

Jacobo Tafoya dijo...

David:

Creo que pueden ser muchas las razones de ese silencio. Teniendo a Sabines como poesía comunicante no es de extrañarnos que no se le tenga en un pedestal. Las universidades, los catedráticos, la gente erudita en el tema muchas veces comete el imperdonable error de intelectualizar el aprecio de la poesía hasta el punto de llegar a desprestigiar a los grandes poetas admirados también por los no estudiosos de las letras, como el propio Benedetti (que no es muy apreciado por la crítica "conocedora" en su propio Uruguay) como Juan Gelman, Sabines, Nicanor Parra y hasta Amado Nervo (incluyéndolo por su relación y apego a las masas, no por incluirlo dentro de la corriente de los comunicantes.)

Cuando las mentes supuéstamente doctoradas y catedráticas de la poesía comprendan que un poeta no va a ser mejor mientras menos palabras del poema entiendan, cuando la caidad poética se mida en la adoración de los lectores sumándose a la sinceridad, profundidad y conectividad del poema; entonces tal vez desaparezca ese relativo silencio catedrático (porque no mencionarlos también es reconocerlos) en torno a los poetas que más quiere la gente. Entonces tal vez se les reconozca como los hombres y mujeres fundamentales que han sido para la literatura latinoamericana.

Ivan Vergara / Appu dijo...

Hola Jacobo:

Tu comentario me parece certero, solamente acotaría algo: Es increíble la vanidad con la cual dictaminamos el valor de una obra o de un artista.

No valoramos la distancia del tiempo, parece que no tenemos en cuenta que el valor de una obra lo dictamina el tiempo (y muchas ecuaciones extrañísimas), la perdurabilidad, el momento histórico en el que se valore la obra o al artista.

Es necesaria la crítica, si, definitivamente, lo que me parece completamente erróneo es el fin último con el que nos acercamos con ella hacia el material por poner en la balanza de la crítica. Si anteponemos antes el ego, la envidia y ciertos prejuicios, creo seguirmoes teniendo crítica como la que ejercíamos entonces a Sabines, que hoy en día aplicamos hacia muchos otros tantos.

Entonces: ¿que pesos de valor son los que deben sostener a la crítica para que sea no solo eficiente, sino coherente y responsable?

Jacobo Tafoya dijo...

Primero, creo que ninguna crítica puede ser objetiva del todo. Siempre el crítico tiene algún historial o ciertos prefuicios que vienen a contaminar su trabajo (sea la crítica negativa o positiva,) por lo tanto ninguna crítica es completamente confiable, queda en el juicio del lector considerar una crítica como válida o inorable.

¿que pesos de valor son los que deben sostener a la crítica para que sea no solo eficiente, sino coherente y responsable?

Que esté sustentada. Cualquier opinión pierde su valor si carece de fundamentos, por lo tanto la crítica (como mera opinión que es)tiene que ir siempre apoyada en bases que hagan al lector pensar que el crítico tiene al menos algo de razón; y de ahí nos vamos a la coherencia. Simplemente, si una crítica no es coherente deja de ser crítica; si el público conocedor no entiende o no encuentra lógica en los argumentos del crítico, simplemente no lo toma en cuenta; el crítico pierde su autoridad como tal al no ser entendido, entonces, la coherencia va de la mano con el simple hecho de que a lo escrito se le considere como crítica acertada.
Segundo, la responsabilidad... creo que es un concepto muy amplio y relativo. La primera responsabilidad del crítico no sería ninguna otra más que fundamentar sus argumentos en bases válidas y en los conocimientos que le dan esa, también relativa, autoridad en el tema. Otra responsabilidad no encuentro a primera instancia, pues ya que se cumplió con esa, la responsabilidad ahora queda en manos del lector, que a fin de cuentas es quien hace que el texto exista o no. Los lectores tienen la responsabilidad de darle o no credibilidad al crítico, y son ellos quienes deben analizar la crítica, cuestionarla y calificarla, pasarla por un proceso analítico para darle la credibilidad que cada uno cree que merece.

El problema, y que creo que ya no es asunto del crítico, es cuando el lector no tiene el conocimiento o el interés para desarrollar en baso a lo leído una opinión autónoma. Mejor no pudiste haberlo dicho, es muy común que repitamos las opiniones de otros sobre algún tema; y sólo por no aceptar que no nos hemos hecho de una propia, andamos tomando prestadas las opiniones de otros, por sonar conocedores.

3.03.2009

MASCApalabras Entrega 419. Jaime Sabines.


Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.

(Jaime Sabines)

5 comentarios:

Jacobo Tafoya dijo...

De lo mejor de Sabines. Con este poemita marcó bastantes vidas que por ahí deambulamos creyéndonos amorosos, sin saber que esa es una libertad terrible.

Saludos.

Ivan Vergara / Appu dijo...

Ignorancia la mia al no haber relacionado el hecho de que MASCApalabras dedique uno de sus envíos a Sabines con el décimo aniversario de su muerte.

Jacobo:
Yo también leí metido en cama estos versos de Sabines, inclusive dediqué bastantes horas memorizando algunos de sus versos. No entiendo por que el silencio en torno a Sabines y su obra. Que estos diez años de su muerte nos ayuden a rectificar, a colocarle en un lugar alto de la poesía mexicana del siglo XX.

Jacobo Tafoya dijo...

David:

Creo que pueden ser muchas las razones de ese silencio. Teniendo a Sabines como poesía comunicante no es de extrañarnos que no se le tenga en un pedestal. Las universidades, los catedráticos, la gente erudita en el tema muchas veces comete el imperdonable error de intelectualizar el aprecio de la poesía hasta el punto de llegar a desprestigiar a los grandes poetas admirados también por los no estudiosos de las letras, como el propio Benedetti (que no es muy apreciado por la crítica "conocedora" en su propio Uruguay) como Juan Gelman, Sabines, Nicanor Parra y hasta Amado Nervo (incluyéndolo por su relación y apego a las masas, no por incluirlo dentro de la corriente de los comunicantes.)

Cuando las mentes supuéstamente doctoradas y catedráticas de la poesía comprendan que un poeta no va a ser mejor mientras menos palabras del poema entiendan, cuando la caidad poética se mida en la adoración de los lectores sumándose a la sinceridad, profundidad y conectividad del poema; entonces tal vez desaparezca ese relativo silencio catedrático (porque no mencionarlos también es reconocerlos) en torno a los poetas que más quiere la gente. Entonces tal vez se les reconozca como los hombres y mujeres fundamentales que han sido para la literatura latinoamericana.

Ivan Vergara / Appu dijo...

Hola Jacobo:

Tu comentario me parece certero, solamente acotaría algo: Es increíble la vanidad con la cual dictaminamos el valor de una obra o de un artista.

No valoramos la distancia del tiempo, parece que no tenemos en cuenta que el valor de una obra lo dictamina el tiempo (y muchas ecuaciones extrañísimas), la perdurabilidad, el momento histórico en el que se valore la obra o al artista.

Es necesaria la crítica, si, definitivamente, lo que me parece completamente erróneo es el fin último con el que nos acercamos con ella hacia el material por poner en la balanza de la crítica. Si anteponemos antes el ego, la envidia y ciertos prejuicios, creo seguirmoes teniendo crítica como la que ejercíamos entonces a Sabines, que hoy en día aplicamos hacia muchos otros tantos.

Entonces: ¿que pesos de valor son los que deben sostener a la crítica para que sea no solo eficiente, sino coherente y responsable?

Jacobo Tafoya dijo...

Primero, creo que ninguna crítica puede ser objetiva del todo. Siempre el crítico tiene algún historial o ciertos prefuicios que vienen a contaminar su trabajo (sea la crítica negativa o positiva,) por lo tanto ninguna crítica es completamente confiable, queda en el juicio del lector considerar una crítica como válida o inorable.

¿que pesos de valor son los que deben sostener a la crítica para que sea no solo eficiente, sino coherente y responsable?

Que esté sustentada. Cualquier opinión pierde su valor si carece de fundamentos, por lo tanto la crítica (como mera opinión que es)tiene que ir siempre apoyada en bases que hagan al lector pensar que el crítico tiene al menos algo de razón; y de ahí nos vamos a la coherencia. Simplemente, si una crítica no es coherente deja de ser crítica; si el público conocedor no entiende o no encuentra lógica en los argumentos del crítico, simplemente no lo toma en cuenta; el crítico pierde su autoridad como tal al no ser entendido, entonces, la coherencia va de la mano con el simple hecho de que a lo escrito se le considere como crítica acertada.
Segundo, la responsabilidad... creo que es un concepto muy amplio y relativo. La primera responsabilidad del crítico no sería ninguna otra más que fundamentar sus argumentos en bases válidas y en los conocimientos que le dan esa, también relativa, autoridad en el tema. Otra responsabilidad no encuentro a primera instancia, pues ya que se cumplió con esa, la responsabilidad ahora queda en manos del lector, que a fin de cuentas es quien hace que el texto exista o no. Los lectores tienen la responsabilidad de darle o no credibilidad al crítico, y son ellos quienes deben analizar la crítica, cuestionarla y calificarla, pasarla por un proceso analítico para darle la credibilidad que cada uno cree que merece.

El problema, y que creo que ya no es asunto del crítico, es cuando el lector no tiene el conocimiento o el interés para desarrollar en baso a lo leído una opinión autónoma. Mejor no pudiste haberlo dicho, es muy común que repitamos las opiniones de otros sobre algún tema; y sólo por no aceptar que no nos hemos hecho de una propia, andamos tomando prestadas las opiniones de otros, por sonar conocedores.

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