3.29.2014

Trasatlántik #03 - “Emigrants & Inmigrants”. Canción de amor

 // Iván Vergara*


circuitos_trasatlantikenero13

Llegué a España en febrero del 2004, tiempo suficiente para conocer la cultura y la sociedad en el sur del país: Andalucía, una de las autonomías más golpeadas por la reciente crisis económica. Comprender sus costumbres, su habla, sus motivaciones y sus profundos temores y recelos no es ejercicio de difícil comprensión: son un pueblo de risa y alegría contagiosa. A pesar de ello, las similitudes en la percepción a la hora de “recibir al extranjero” con la manera en la que México lo hace es sencillamente abrumadora; tanto un país como el otro están llenos de prejuicios que anteponer en el momento de acercarse al otro, al que viene de fuera.

Durante estos nueve años hay algo que se puede sentir en cualquier sitio del país, tan real y tangible como la creciente pobreza: la creencia que España merece algo por decreto, que no debe nada a los de afuera, que todo lo ha ganado a pulso. Uno no debe caer en la trampa ante tales enunciados; tan claro debe quedar que por supuesto merece estar en un sitio mucho mejor en el cual se encuentra, pero tampoco es verdad que la deuda histórica con otras naciones sea cosa del pasado. Debido a la manera en la que este sistema económico funciona, aplicado a través de sus instituciones (estado e iglesia), el bienestar de una región/nación siempre le deberá a otro su ruina. En estos casos muchas veces la ruina será la de todo un país… o continente.

Actualmente, los jóvenes españoles menores de 35 años no han vivido más que en un sueño, construido con mentiras sobre una economía de la misma naturaleza. El vacío en el que se encuentra una cantidad enorme de ellos es abismal: no empleo, no salidas y —como una mala broma de finales de los setenta— no futuro. La falta de recursos y desarrollo de nuevos modelos educativos han sido los principales motores para crear una generación desapegada de su pasado, sin compromiso con su historia y un nulo agradecimiento a todo lo que tuvo que ocurrir para que pudieran gozar del éxito económico que vivieron durante los noventa y la primera mitad de la última década. Más de la mitad de jóvenes menores de 29 años están desempleados, viven en casa de los padres y tampoco tienen oportunidades para estudiar;* los costos de los masters y especializaciones se han encarecido, y poco o nada se hace para incentivar la creación de empresas para jóvenes emprendedores.

Los que se van. Perfil de joven emigrante español: entre 25 y 35 años, carrera universitaria, idiomas, breve experiencia profesional, visión global. En este momento no puedo contar las amistades que se encuentran en Alemania, Suecia, Finlandia, Francia, Inglaterra, Holanda; todos ellos se acercan a la definición de emigrante. No era nada raro encontrarlos en manifestaciones durante los últimos meses, actuando y difundiendo a través de las redes sociales. El “espíritu joven y crítico de esta generación” ha abandonado España; queda por ver la manera en la que interactuarán desde la distancia.

Sin embargo, los que se quedan son quienes están sufriendo en carne viva el trauma y la depresión de esta etapa. Aquellos jóvenes universitarios que han terminado su carrera o master y que no han podido salir del país, no dudarían en hacerlo de tener las posibilidades económicas que este riesgo conlleva; por otra parte, está el gran número de jóvenes que no cuentan con una preparación universitaria y tiene poca o nula carrera académica, siendo la mayoría de ellos los principales afectados al haber optado en su momento por participar en el campo laboral de la construcción durante el boom de la ‘burbuja inmobiliaria’.

circuitos_trasatlantikenero13b

El panorama actual tiene todas las aristas y peculiaridades de cada caso particular; también hay muchos jóvenes que optan por quedarse, por supuesto. Sin embargo, el ambiente en general es gris, depresivo y nada alentador. En los años de la bonanza económica, España se convirtió por un lapso breve (brevísimo) de tiempo (no más de 30 años) en un país que recibió un flujo importante de gente. Europa no se quedó con la boca callada y pidió cambios en las leyes de inmigración para cerrar las puertas al continente. Los años en los que llegó la mayor afluencia de inmigrantes han quedado muy atrás; sin embargo, las políticas inmigratorias siguen siendo estrictas y nada conciliadoras.

En medio de este panorama está también el uso de la inmigración como arma política, dado que es una etapa en la que la gente está inmersa en un momento de pánico regularizado por el miedo económico, en el que cualquier tipo de argumento que acuse notoriamente a alguien será recibido con agrado. El enaltecimiento de políticas xenófobas, el crecimiento de partidos racistas, la vox populi que clama: “Que se vayan los extranjeros que aquí no hay trabajo” son pan cotidiano, algo que preocupa y con razón a los inmigrantes que viven en este país, sobre todo si la escalada continúa en ascenso. En las actuales encuestas, la inmigración ya no es uno de los principales problemas de los españoles; de hecho, se encuentran muy detrás del desempleo y la falta de confianza ante los partidos políticos y las últimas noticias escandalosas de corrupción.

Las coincidencias. Es imposible pensar la historia de México y España sin un pasado en común. España en las últimas tres décadas ha tenido que reaccionar, quizá por primera vez desde hace siglos (cuando Sevilla recibía todos los tesoros del Nuevo Mundo). México, por el contrario, está “acostumbrado” a recibir oleadas de inmigrantes. La última española hace poco más de setenta años.

Al momento de escribir este artículo, pienso en cómo seguir con el argumento siguiente: “el espectro de población más empobrecido de ambos países es el que mayor reticencias muestra para aceptar al visitante extranjero que decide quedarse”. ¿Qué piensa el mexicano promedio? Ese 33 % que vive en pobreza moderada, o el 13% que vive en pobreza extrema,** en total casi un 50% de la población. ¿Son tolerantes con los españoles que están decidiendo viajar a México (como hace quinientos años), o con la gente de Centroamérica que decide hacer lo mismo? Al menos en España, quienes componen la población de bajo nivel económico y educativo son los que más dudan o rechazan al visitante.

Twitter: @_Appu_

•          * Extraído de
http://www.expansion.com/2012/07/16/economia/1342442078.html
•          ** Extraído de http://www.telesurtv.net/articulos/2013/01/11/pobreza-extrema-afecta-a-mas-de-13-millones-de-personas-en-mexico-1233.html”

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 // Iván Vergara*


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Llegué a España en febrero del 2004, tiempo suficiente para conocer la cultura y la sociedad en el sur del país: Andalucía, una de las autonomías más golpeadas por la reciente crisis económica. Comprender sus costumbres, su habla, sus motivaciones y sus profundos temores y recelos no es ejercicio de difícil comprensión: son un pueblo de risa y alegría contagiosa. A pesar de ello, las similitudes en la percepción a la hora de “recibir al extranjero” con la manera en la que México lo hace es sencillamente abrumadora; tanto un país como el otro están llenos de prejuicios que anteponer en el momento de acercarse al otro, al que viene de fuera.

Durante estos nueve años hay algo que se puede sentir en cualquier sitio del país, tan real y tangible como la creciente pobreza: la creencia que España merece algo por decreto, que no debe nada a los de afuera, que todo lo ha ganado a pulso. Uno no debe caer en la trampa ante tales enunciados; tan claro debe quedar que por supuesto merece estar en un sitio mucho mejor en el cual se encuentra, pero tampoco es verdad que la deuda histórica con otras naciones sea cosa del pasado. Debido a la manera en la que este sistema económico funciona, aplicado a través de sus instituciones (estado e iglesia), el bienestar de una región/nación siempre le deberá a otro su ruina. En estos casos muchas veces la ruina será la de todo un país… o continente.

Actualmente, los jóvenes españoles menores de 35 años no han vivido más que en un sueño, construido con mentiras sobre una economía de la misma naturaleza. El vacío en el que se encuentra una cantidad enorme de ellos es abismal: no empleo, no salidas y —como una mala broma de finales de los setenta— no futuro. La falta de recursos y desarrollo de nuevos modelos educativos han sido los principales motores para crear una generación desapegada de su pasado, sin compromiso con su historia y un nulo agradecimiento a todo lo que tuvo que ocurrir para que pudieran gozar del éxito económico que vivieron durante los noventa y la primera mitad de la última década. Más de la mitad de jóvenes menores de 29 años están desempleados, viven en casa de los padres y tampoco tienen oportunidades para estudiar;* los costos de los masters y especializaciones se han encarecido, y poco o nada se hace para incentivar la creación de empresas para jóvenes emprendedores.

Los que se van. Perfil de joven emigrante español: entre 25 y 35 años, carrera universitaria, idiomas, breve experiencia profesional, visión global. En este momento no puedo contar las amistades que se encuentran en Alemania, Suecia, Finlandia, Francia, Inglaterra, Holanda; todos ellos se acercan a la definición de emigrante. No era nada raro encontrarlos en manifestaciones durante los últimos meses, actuando y difundiendo a través de las redes sociales. El “espíritu joven y crítico de esta generación” ha abandonado España; queda por ver la manera en la que interactuarán desde la distancia.

Sin embargo, los que se quedan son quienes están sufriendo en carne viva el trauma y la depresión de esta etapa. Aquellos jóvenes universitarios que han terminado su carrera o master y que no han podido salir del país, no dudarían en hacerlo de tener las posibilidades económicas que este riesgo conlleva; por otra parte, está el gran número de jóvenes que no cuentan con una preparación universitaria y tiene poca o nula carrera académica, siendo la mayoría de ellos los principales afectados al haber optado en su momento por participar en el campo laboral de la construcción durante el boom de la ‘burbuja inmobiliaria’.

circuitos_trasatlantikenero13b

El panorama actual tiene todas las aristas y peculiaridades de cada caso particular; también hay muchos jóvenes que optan por quedarse, por supuesto. Sin embargo, el ambiente en general es gris, depresivo y nada alentador. En los años de la bonanza económica, España se convirtió por un lapso breve (brevísimo) de tiempo (no más de 30 años) en un país que recibió un flujo importante de gente. Europa no se quedó con la boca callada y pidió cambios en las leyes de inmigración para cerrar las puertas al continente. Los años en los que llegó la mayor afluencia de inmigrantes han quedado muy atrás; sin embargo, las políticas inmigratorias siguen siendo estrictas y nada conciliadoras.

En medio de este panorama está también el uso de la inmigración como arma política, dado que es una etapa en la que la gente está inmersa en un momento de pánico regularizado por el miedo económico, en el que cualquier tipo de argumento que acuse notoriamente a alguien será recibido con agrado. El enaltecimiento de políticas xenófobas, el crecimiento de partidos racistas, la vox populi que clama: “Que se vayan los extranjeros que aquí no hay trabajo” son pan cotidiano, algo que preocupa y con razón a los inmigrantes que viven en este país, sobre todo si la escalada continúa en ascenso. En las actuales encuestas, la inmigración ya no es uno de los principales problemas de los españoles; de hecho, se encuentran muy detrás del desempleo y la falta de confianza ante los partidos políticos y las últimas noticias escandalosas de corrupción.

Las coincidencias. Es imposible pensar la historia de México y España sin un pasado en común. España en las últimas tres décadas ha tenido que reaccionar, quizá por primera vez desde hace siglos (cuando Sevilla recibía todos los tesoros del Nuevo Mundo). México, por el contrario, está “acostumbrado” a recibir oleadas de inmigrantes. La última española hace poco más de setenta años.

Al momento de escribir este artículo, pienso en cómo seguir con el argumento siguiente: “el espectro de población más empobrecido de ambos países es el que mayor reticencias muestra para aceptar al visitante extranjero que decide quedarse”. ¿Qué piensa el mexicano promedio? Ese 33 % que vive en pobreza moderada, o el 13% que vive en pobreza extrema,** en total casi un 50% de la población. ¿Son tolerantes con los españoles que están decidiendo viajar a México (como hace quinientos años), o con la gente de Centroamérica que decide hacer lo mismo? Al menos en España, quienes componen la población de bajo nivel económico y educativo son los que más dudan o rechazan al visitante.

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•          * Extraído de
http://www.expansion.com/2012/07/16/economia/1342442078.html
•          ** Extraído de http://www.telesurtv.net/articulos/2013/01/11/pobreza-extrema-afecta-a-mas-de-13-millones-de-personas-en-mexico-1233.html”

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